Los signos más habituales son el dolor lineal en la interlínea (medial o lateral), inflamación intermitente (derrame), chasquidos, limitación para ponerse en cuclillas o arrodillarse y dolor al girar o al extender completamente la rodilla. En meniscopatía degenerativa, el dolor es más insidioso, con rigidez matutina corta y empeora tras los esfuerzos. Las señales de alerta que justifican valoración prioritaria o derivación son:
Bloqueo verdadero (la rodilla se queda “trabada” y no permite extender).
Derrame importante recurrente tras esfuerzos mínimos.
Dolor incapacitante que no cede pese a un buen manejo conservador inicial.
Inestabilidad o sospecha de lesión ligamentosa asociada.
Fiebre, calor y enrojecimiento marcados (pensar en causas no mecánicas).