El dolor superficial suele localizarse en el introito/vestíbulo: aparece al inicio de la penetración, con el roce del tampón o incluso al explorar con el dedo. Puede acompañarse de sequedad o sensación de “corte”.
El dolor profundo aparece con la penetración completa o en determinadas posturas. Puede irradiar al bajo vientre, la zona sacra o la cara interna de los muslos, y mantenerse horas tras el coito.
Otros signos que solemos encontrar en consulta: espasmo involuntario del suelo pélvico, dificultad para relajarlo, hipersensibilidad al tacto, molestias en cicatrices (episiotomía, desgarro), o miedo anticipatorio.